Cómo están?
Pues ya tengo nuevas para contarles, especialmente de mi viaje de ida y regreso a Sydney en un día (viernes 27 de Abril), algo que no podría ser bautizado de otra manera que La vuelta a Sydney en 7 horas parafraseando al distinguidísimo autor inglés Jules Verne.
Llegué a eso de las 9 am a Sydnerd. Y tomé un taxi (auch!!) a Double Bay (DB), hasta un par de cuadras de distancia de la embajada, donde estaba la tienda Kodak donde se podía uno tomar las fotos especiales para el pasaporte (sí claro... ezhpezhiales) finés.
Me desocupé de la embajada a eso de las 11 am. Estaba feliz. Un cacho menos. Y estaba dispuesto a disfrutar el resto del día en la porción de Ozzyworld que recibía mis pasos incansables, armado con unos dólares australianos y un minúsculo mapa impreso a lo mapcity recortado en Jotoshop una vez apretado los botones de Imprimir pantalla y Ctrl+V del teclado de mi PC en la U.
Pues me puse a caminar. Lo primero era llegar a la costa. Ver el Mar de Tasman desde este lado, recordar la imagen impresa en mi mente en la playa Karekare, meses atrás. Sacar fotos de las casas, departamentos, edificios, y quedar atontado por el canto de pájaros raros en todas las esquinas. Una especie de Jungla de cemento, gracias a los pájaros exóticos.
Caminé hasta que mis pies me llevaron frente a una frase que me golpeó como un relámpago: Keep Clear estaba escrito en la calle. El olor a vientos frescos me atraparon, unos pasos más y estaría pisando arena fina. Respiré profundo, intentaba espantar un dolor de cabeza que me acompañaba desde las 5 de la mañana, cuando me pasó a buscar un minibus a mi casa para llevarme al aeropuerto. El aire marino hace magia.
En ese momento tuve una visión loquísima. Debía encontrar el centro de la ciudad antes de irme. Miré el mapa un buen rato y decidí caminar hacia el Norte, y no separarme de la playa demasiado, con tal de pillar el centro. En mi mapa no había señales claras de hacia donde debía caminar, así que improvisé.
Mientras caminaba me daba cuenta de varias cosas: Sydney era más ruidosa que Auckland, había más edificios, había más vida al estilo de Santiago, más contaminación ambiental. Mucha más gente también. Las personas, al igual que en Auckland te saludan en la calle, especialmente si las miras fijamente a la cara mientras te cruzas. Te hace sentir como en tu barrio, solamente si lo deseas claro (y miras a la gente a los ojos). Las sonrisas de las mujeres y de los varones es pegajosa.
Después de unas horas de caminar en círculos, de tomarme un café, comprar unas manzanas deliciosas, bebido un jugo de fresas oscuro y dulce junto a un sabroso sandwich de salmón ahumado, finalmente encontré mi camino. Ahora más animado, ya que mi improvisación había resultado exitosa, avancé por las calles de Sydney, sintiendo como si nadase contra la corriente sanguínea en una arteria principal cerca del corazón, sabía que el centro estaba muy cerca. Sólo debía continuar y llegaría.
Mis pasos me llevaron hasta un precioso barrio, que llamaré el Ventrículo X. Estaba atestado de turistas, lo cual me hizo saber cual sabueso que estaba cada vez más cerca de mi objetivo, el rastro era fuerte. Muchas tiendas de artículos eróticos, farmacias, hostales, restaurants, pubs y cafés, librerías, un par de barrenderos conversando en una esquina a patas peladas, buses para turistas de dos pisos (el segundo piso sin techo) para unas vueltas guiadas por la ciudad. Casi me subo a una. Preferí atenerme al estilo Carradine, total mis piernas recordarían Sydnerd y con ello mi cuerpo también.
Finalmente, después de unas pocas compras chicas en las tiendas del Barrio Ventrículo X, me acerqué a un mapa en un paradero de buses. Obvio! Ahí estaba! El centro! A unas 6 cuadras de mi actual posición! Agradecí internamente no haberme subido al bus, a no haberle preguntado a nadie por ayuda (especialmente a los nobles barrenderos descalzos, o a una parejita de hombres vestidos de rosa y aros en las orejas). Este descubrimiento tan pequeño me hizo sonreír, creyendo que este jueguito terminaría por resultar bien. Pues, seguí caminando.
El ruido creció notablemente, el gas de los buses se hizo rápidamente inaguantable y me hizo recordar la sensación de llegar a la Alameda, luego de cruzar el Parque Forestal y caminar por Paseo Ahumada en un día de la semana. Después del Parque, las aves y la Catedral, aparecieron los edificios gigantes, las torres horripilantes, un gentío que era irreconocible (sin mayorías étnicas detectables) y que sonreía constantemente., mientras salían de un edificio, cruzaban las calles e ingresaban en otro edificio Muchos turistas sacando fotos, como yo, ninguno empero. Hombres y mujeres de una belleza que jamás había observado. Caminar entre ellos me trajo a la mente la canción de Sting Englishman in New York, no porque me sintiera inglés sino porque era un alienígena entre ellos.
Un artista inolvidable tocaba la guitarra. Flamenco. Hermoso.
Un artista inolvidable tocaba la guitarra. Flamenco. Hermoso.
Llegué a otro mapita, le eché un vistazo. De alguna manera debía acercarme al mar para respirar un aire más fresco y limpio. Un paradero de buses, un vistazo y seguí caminando. Cerca estaba el centro para Vistantes de Syndey. Y el mar.
Ni me acordaba que esta cosa estaba en Sydney!!!
Les presento la casa de la Opera de Sydnerd
Ahí, mezclado entre turistas de todas partes del mundo, saqué fotos como un enfermo. Todo me parecía fotografiable. Me acerqué a los músicos. Había de todo, pero lo que más llamó mi atención fueron 2 grupos que vendían sus CDs marca chancho (hecho en casa) al lado del muelle. Tocaban didgeridoo como los dioses. Y ahí a lo lejos, bien atrás, la maldita casa de la Opera de Sydney. Puta la wea! Ni se me había cruzado por la cabeza que ese edificio estaría en Sydney. Fue pa la risa. Me agarré la cabeza y reí para mis adentros. Decidí honrar la ocasión con la compra de dos discos, uno de cada grupo. Buena compra!
Con una sensación de triunfo increíble tomé la decisión de dar fin a mi paseíto por Sydney, ya era la hora de retornar al aeropuerto. Y esta vez debía tomar un tren hasta el aeropuerto (ni ahí con pagar otro Auch!! de taxi) internacional. Había sido una hermosa tarde. El dolor de cabeza se había ido casi por completo. El cansancio de todo un día caminado estaba subiéndose a mis hombros. Unas últimas miradas.. quizás vuelva a verte Sydney... quizás quizás quizás!!!
Y el aeropuerto!? Fea la caga'aa, y me hicieron esperar más de la cuenta. Llegué a casa en Auckland a las 00:30 del Sábado. Qué día!!
Sus videitz... Enjoy!
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