Oportunidades únicas pasan muchas veces delante de nuestros ojos durante nuestras vidas, y aún siendo esto así, son contadas las ocasiones en que notamos dichas cosas, les otorgamos potencial, colocándolas en una imaginaria balanza en nuestra mente, sopesamos su valor y peso por un cortísimo instante y tomamos una decisión. Algunas veces, las decisiones que tomamos son correctas, y otras, como logramos descubrir más tarde son desgraciadamente erradas. ¿Cómo discernir estos momentos particulares de la infinidad de aquellos otros, en los cuales no se nos otorga la posibilidad de elección consciente? Algo que se agita en mi interior, algo que no he logrado definir jamás sin usar palabras abstractas o imprecisas, algo que no he logrado vislumbrar siquiera con mi ojo interno imaginario –aquél que siempre utilizo cuando necesito ver realmente–, me dice que para ello es que vine a este mundo. Para aprender a discernir. Para aprender a caminar no usando mis dos pies, sino a caminar realmente, usando mis pies imaginarios. Sí, lo sé. Nunca puedo ser suficientemente claro al comienzo, y reconozco incluso que para quienes no me conocen mucho, esto no haga sentido. Soy una persona que desea nunca decir algo de más, pero cuando hablo de las cosas que me son importantes, entonces me vuelvo críptico. Creo en el poder del asombro. Creo que es más importante evocar el propio sentimiento del lector en vez de recrear en él el del autor por medio de las palabras. Me gusta creer que las palabras, al igual que las melodías, pueden evocar en nosotros una serie de recuerdos invaluables, que atesoramos muchas veces sin darnos cuenta hasta que súbitamente somos transportados por una melodía a un preciso momento de nuestras pasadas experiencias. Esa pasada experiencia, única, nuestra solamente, es de alguna misteriosa forma revivida. A ello me refiero con evocar. Deseo desde lo más profundo que mis palabras evoquen en ustedes sus propias experiencias y entonces podamos juntos construir algo digno de atesorar. Pero siempre juntos. Ese asombro que nunca me dejó mientras crecí y me transformé en el adulto que hoy soy, es vital para mi subsistencia diaria. Si no me sintiera capaz de admirar cualquier cosa y creer al mismo tiempo que esa cosa aun siendo una de mis pertenencias más insignificantes, digamos un viejo calzoncillo de algodón por ejemplo, pudiera contener un algo descubrible y valorable, mi vida carecería de propósito. Algunos habrán percibido una notable trampa en esta forma de admirar las cosas. Algunos sabrán de lo que hablo, otros simplemente, tendrán que confiar en que más temprano que tarde entenderán de lo que escribo.
Discernir. El acto es esencialmente sencillo. Nos gusta enormemente complicar las cosas, hacerlas más grandes porque nos infla el ego, nos da más importancia. Pero en estas pequeñeces el hombre se pierde rápidamente, olvida las mismas razones por las cuales comenzó un camino, y en ese perder el norte, pierde también el sentido su existencia. Discernir es simple. Hay que tener conocimiento de dos o más estados diferentes, dos o más conjuntos de propiedades excluyentes. La primera decisión, concerniente a la elección misma entre estos estados, es única e irrepetible. Si se presta atención a este primer acto, el resto de la historia de acciones involucradas será claro, y el aprendizaje será constante, vigorizante. Si no se presta atención a la primera de las acciones, el resto de la cadena de sucesos será muchas veces gris y tortuoso, cargado de desilusiones y dolor. Por lo tanto, serán necesarios en mi verdadero caminar, ver y discernir, conocimiento y atención. Yo me he perdido varias veces en mi vida, entre tantos grises y dolores, pero si he estado atento puedo volver sobre mis pasos. Regresar para aprender a discernir las trampas que uno mismo se construye, para discernir cada vez mejor. Discernir para acercar los sueños al alcance de nuestra piel. Si puedo asombrarme en cada acción que decido realizar, entonces estoy cada vez más cerca de esta dicha.
Discernir. El acto es esencialmente sencillo. Nos gusta enormemente complicar las cosas, hacerlas más grandes porque nos infla el ego, nos da más importancia. Pero en estas pequeñeces el hombre se pierde rápidamente, olvida las mismas razones por las cuales comenzó un camino, y en ese perder el norte, pierde también el sentido su existencia. Discernir es simple. Hay que tener conocimiento de dos o más estados diferentes, dos o más conjuntos de propiedades excluyentes. La primera decisión, concerniente a la elección misma entre estos estados, es única e irrepetible. Si se presta atención a este primer acto, el resto de la historia de acciones involucradas será claro, y el aprendizaje será constante, vigorizante. Si no se presta atención a la primera de las acciones, el resto de la cadena de sucesos será muchas veces gris y tortuoso, cargado de desilusiones y dolor. Por lo tanto, serán necesarios en mi verdadero caminar, ver y discernir, conocimiento y atención. Yo me he perdido varias veces en mi vida, entre tantos grises y dolores, pero si he estado atento puedo volver sobre mis pasos. Regresar para aprender a discernir las trampas que uno mismo se construye, para discernir cada vez mejor. Discernir para acercar los sueños al alcance de nuestra piel. Si puedo asombrarme en cada acción que decido realizar, entonces estoy cada vez más cerca de esta dicha.
1 comentario:
autopsia, palabra que abre a un mundo de infinidad de preguntas y respuestas como cuando uno se mira al espejo al levantase y preguntarme que pasara hoy, me rio y antes de salir a trabajar me miro nuevamente y sonrio y le pido a mis maestros internos que me orienten y ayuden a crecer y relizarme, un paso un respiro una mirada y conjunto de sentimientos que me dicen que aun queda mucho que hacer y busco mi horizonte y realizarme y sigo caminando con un girasol en mi mano.
carpediem ,(luz-oscuridad`positivo
,negativo)eso el diario vivir y aun tengo esperanza .
Publicar un comentario