Si se nace a la conciencia en un árbol, montando a su madre (fuertemente asiéndose a ella con piernas y manos), y se crece entre ramas y frutos, bajo el mismo cielo abierto que cubrirá su muerte y la de muchas otras generaciones de seres como uno... entonces, ¿para qué diablos mirar hacia abajo e imaginarse lo que podría ser la vida en el suelo?
La Aldea Global: Realidad, Artefacto u Opción
Un buen amigo mío, uruguayo, y que como yo se encuentra viviendo lejos de su patria y su familia, me llevó hace unas semanas hacia una conversación plagada de opiniones que ya había oído antes. Tengo una opinión clara personal sobre el tema en cuestión, y así se lo hice saber. Esta entrada es la nieta de dicha conversación, mi opinión, su abuela, y la conversación misma... pues ya quedó bien claro mi punto.
Tengo algunas preguntas para ustedes. Ellas obviamente derivan de la conversación a la cual he hecho alusión, con mi amigo uruguayo aquél.
¿Cómo observas que la globalización y el libre y fácil acceso a la información por medio del Internet han afectado la vida de quienes convives?
¿Se puede hablar objetivamente de cambios buenos y malos respecto a los usos y desusos de la Aldea Global? De poder comparar posibles cambios con las décadas anteriores (ojalá de la propia experiencia), ¿qué sensación perdura en la conciencia?
¿Podemos contener la avalancha?
Mi amigo es de aquellos que sufre con la muerte de las microculturas sudamericanas (las que la colonización dejó, claro está), con la vanalización de las noticias, de lo absurdo de las nuevas actitudes del aldeano del mundo frente al consumismo, a las guerras por recursos naturales, a la vida diaria, a la formulación de opiniones, a la práctica de la lectura y escritura en papel, en fin... tantas otras cosas más. Para él la globalización es el renacimiento de una colonización aún peor que aquella que vivimos en Sudamérica hace más de 500 años.
¿Agrandar el envase o achicar el contenido?
Tengo otro amigo, chileno, y que como yo observa el devenir de las redes sociales. Claro, él se dedica a la creación de instrumentos web, es su profesión. De lo que él ha dejado dibujado en las paredes de su caverna puedo entrever la preocupación por el flujo de información y una carencia en las capacidades cognitivas de las personas de retener o atender debidamente a ese flujo. No será, quizás en sus palabras, de que estemos sufriendo de una inundación de información parte por culpa de un exceso de flujo, parte por culpa de una carencia de volumen efectivo que podamos canalizar.
Inundándonos con nuestros propios sub-productos
Este amigo, el chileno, ha despertado en mí, la necesidad de responder nuevamente por medio de la reactivación de mi espacio personal, mi caverna anti-facebook.
Somos los adultos de este cambio transgeneracional. De la era de los libros y la TV a los PCs e Internet. Nacimos en alguna perdida parte de la frondosa historia de la humanidad. Entre las ramas y las hojas siempre verdes es fácil olvidar que una vez nos subimos al árbol de lo humano.
Ser humano es de alguna manera tomar conciencia de nuestra historia con nuestro árbol. Por supuesto, el árbol no es solo el conjunto de historias culturales de todas las tribus humanas sino también representa todos los niveles de existencias posibles.
En esto somos increíblemente creativos. Cuando llegamos al final de un camino, somos capaces de crear todo un nuevo nivel de existencia socio-cultural (y ahora con Internet, esa existencia ya no necesita estar contenido en un lugar geográfico real) y llenar un mar de nuevos nichos. Así nacimos los religiosos, los científicos, los economistas, los terroristas... la lista es enorme.
Modelo de un circuito neuronal (árbol dendrítico de una neurona)
Mi amigo, el uruguayo, ha olvidado un detalle grande. No todo es negativo. En cada lugar y momento, en el árbol del devenir tecnológico humano, las personas tenemos la opción de detenernos y decidir qué hacer, dónde ir, o alternativamente, qué no-hacer, a dónde no-ir.
La globalización y el Internet no se crearon para acercar a la gente. Pueden servir para ello, sí, por supuesto. Pero después de la masificación del Internet en los años 80, nos encontramos con un mar de datos con los cuales no sabemos qué hacer. Peor aún, las personas pasan más tiempo hoy con los aparatos electrónicos que les permiten refrescar sus status de Twitter, Facebook, MySpace, etc. que consigo mismos en el presente real.
Tengo 45076 amigos en Facebook.
Mi amigo, el chileno, habla de una incapacidad de concientizar todo lo que pasa en la comunidad en la cual uno elige existir. Para mí, la capacidad de concientizar de los seres humanos no se parece ni jamás se parecerá, a la capacidad de flujo de las toneladas de cable, a la cantidad de ondas que se generan en la aldea global de la web. Simplemente, son dos capacidades incompatibles en esta rama de la humanidad.
Si esto se ve como un problema, es decir, el conflicto que tiene mi amigo, el uruguayo, de no poder detener el avance de lo producido para lograr reflexionar y actuar para preservar las cosas que desaparecen bajo las rápidas aspas de la existencia global, o el conflicto que tiene mi otro amigo, el chileno, de poder generar concientización suficiente para ir a la par con el avance de la existencia global, entonces obviamente ambos extremos hablan de una misma nostalgia. De una existencia dónde había tiempo para concientizar lo ocurría a nuestro alrededor o dónde nuestras capacidades cognitivas iban a la par con el progreso de la comunidad a la cual pertenecíamos.
Dos ramas diferentes del mismo árbol, de la misma larga historia, pero por sobre todo... dos opciones diferentes. Aún no estamos tan alto que no podamos ver el suelo ni que el peso de la fronda haga caer al árbol.