martes, septiembre 18, 2007

Relato on da mood

Los pensamientos sobre mí mismo de vez en cuando remecen mi conciencia de manera tal que la sensación de mareo de hace insoportable (como náuseas que amenazan con desparramar mis interiores sobre el piso). A veces noto que la negación se presenta de inmediato ante mí como una opción menos dañina frente a las consecuencias de aceptar la certidumbre de tales reflexiones (mis ojos parecen distantes y el aire se vuelve ligeramente menos húmedo).

La tristeza puede parir un dolor tan grande que nos deja desnudos, sin las recompensas de la confianza de que somos capaces de lidiar con los momentos duros de la vida. Es este el dolor parido que nubla las certezas que evitan que caigamos una y otra vez sobre las trampas de la soledad (puedo ver todas las veces en que caí queriendo). Y, entonces, el temor se presenta tomada de la mano de la negación, y la sonrisa de ambas se parece a la sonrisa de una madre que recibe cálidamente a un hijo perdido.

Cuando veo esa sonrisa infinita, recuerdo el espacio que se llena de las dudas de los millones de hombres que como yo perdieron la fe en la humanidad (miro mis palpitantes venas y sonrió ante el fugaz deseo de arrancarme un brazo y masticar su carne jugosa). Una sonrisa barnizada de una tristeza profunda, por la infertilidad de miles de sueños, por las vidas que se apagan en cada pestañeo, porque aunque la tierra sea generosa y amplia, no habrá nunca suficiente espacio para las ambiciones de un puñado de hombres iguales (mi ignorancia y mi curiosidad se mantienes rectas y puras, y alimentarán para siempre el fuego de la tolerancia).

Mis pensamientos se inundan de buenos sentimientos (como el chapoteo que se resiste al hundimiento total). Los recuerdos felices sofocan el incendio emocional; el mar de dudas se diluye rápidamente y las puntas dolorosas se sumergen en las profundidades que, por cansancio, me niego visitar (bienvenidos mis mecanismos de defensa psicológicos). Mi respiración baja revoluciones, pero la intensidad de la reflexión no se pierde, mi esperanza pende de un fino hilo (he ahí la razón por este tipeo titubeante).

¿Por qué no podemos despertar de esta larga pesadilla? ¿Por qué los esfuerzos se encogen cada día más si nos enseñaron que intentar apasionadamente cambiaba al mundo? ¿Por qué crece esta pena tan grande en mi corazón? ¿Por qué no puedo simplemente dejarme acariciar por la sonrisa maternal de la negación y detener mi deseo de escarbar en mis temores?

¡Melancolía! Abrázame fuerte y viste mi soledad de alegres colores... que yo seguiré chapoteando, vigorosamente, para evitar hundirme.

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