Ya me imaginaba esta conversación tantas veces. Una medio triste, honesta, pero con esa tenue amargura que ensombrece todo dolor que ha pasado y que nos ha dejado marcas en el alma. Y es que uno desea tantas cosas, pero debe por el contrario siempre aprender a desaprender desearlas.
En esta conversación tú me explicabas las razones de tu sin-razón, de tus molestas discusiones internas, de esos miedos terribles que amenazan con quitarte una felicidad que todos elegimos creer nos pertenece.
Y ese miedo que creo reconocer en tu mirada me saluda con ironía. Es un recordatorio constante de que no me pertenecen más que las horas que pasamos juntos, y que soñar despierto no es una opción para los hombres que desean amar libremente y hacer libres a los demás en ese amar.
Ojalá no pase nada que te borre de pronto, ni que me lleve luego la muerte...
No quiero luces cegadoras, canciones para tocarte, menos amarte con los ojos cerrados. Quiero sólo todo aquello que me tocará contigo vivir, y nada más... y siempre hacerte libre al amarte.
¿Qué más pudiera un hombre que ama libremente desear?
En esta conversación tú me explicabas las razones de tu sin-razón, de tus molestas discusiones internas, de esos miedos terribles que amenazan con quitarte una felicidad que todos elegimos creer nos pertenece.
Y ese miedo que creo reconocer en tu mirada me saluda con ironía. Es un recordatorio constante de que no me pertenecen más que las horas que pasamos juntos, y que soñar despierto no es una opción para los hombres que desean amar libremente y hacer libres a los demás en ese amar.
Ojalá no pase nada que te borre de pronto, ni que me lleve luego la muerte...
No quiero luces cegadoras, canciones para tocarte, menos amarte con los ojos cerrados. Quiero sólo todo aquello que me tocará contigo vivir, y nada más... y siempre hacerte libre al amarte.
¿Qué más pudiera un hombre que ama libremente desear?
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