Acabo de tener los pensamientos más extraños de la última semana, como si recién el asombro de un misterio revelado se volviese un placer imparable, un descubrimiento que no es tal, sino una casualidad natural... algo así, como cuando un bebé descubre el placer tranquilo que le provoca chuparse el pulgar de la mano.
Pues bien. Pensaba, ¿qué hace que las personas abran sus hogares a un extraño? ¿Qué mueve a una persona el compartir aquellos lugares especiales de Maré, que le son propios, silenciosos, cadenciosos, inalienables, con alguien a quien apenas conocen?
No puedo evitar una sonrisa mientras escribo esto.
Me encanta la fuerza de sus ojos. Y su sonrisa. Podría quedarme toda la tarde observando al viento marino jugar con sus cabellos, mientras su mirada se pierde en la fuerza con que se mueven las olas y vuelve a mí con esa certeza de que estoy en el lugar correcto, sentado en los acantilados de Eni, con ella. Como cuando te acuestas en tu posición favorita, y todos los músculos reposan en la quietud del relajo que se lleva toda intención de movimiento tu cuerpo.
En su compañia me siento bien, en el lugar correcto, en el momento correcto. Tan bien, como con la playa, la brisa, las duchas saladas de las olas que se suben por los acantilados en columnas que buscan tocar a las nubes.
En Maré, conocí a Alice.
Creo que es un buen augurio, si por medio de los Zickgraf he podido conocer más personas no-tan-parisien/ne, significa que la vida social surge sí o sí cuando hay afecto, y se disfruta la compañia mutua.
Y esta noche la Luna, cubierta por un velo de nubes, alumbra el horizonte en Pedé... en dirección a Chile. Y nada puede hacer que me sienta más vivo y menos dormido.
Los quiero muchísimo.
Felipe
Pues bien. Pensaba, ¿qué hace que las personas abran sus hogares a un extraño? ¿Qué mueve a una persona el compartir aquellos lugares especiales de Maré, que le son propios, silenciosos, cadenciosos, inalienables, con alguien a quien apenas conocen?
No puedo evitar una sonrisa mientras escribo esto.
Me encanta la fuerza de sus ojos. Y su sonrisa. Podría quedarme toda la tarde observando al viento marino jugar con sus cabellos, mientras su mirada se pierde en la fuerza con que se mueven las olas y vuelve a mí con esa certeza de que estoy en el lugar correcto, sentado en los acantilados de Eni, con ella. Como cuando te acuestas en tu posición favorita, y todos los músculos reposan en la quietud del relajo que se lleva toda intención de movimiento tu cuerpo.
En su compañia me siento bien, en el lugar correcto, en el momento correcto. Tan bien, como con la playa, la brisa, las duchas saladas de las olas que se suben por los acantilados en columnas que buscan tocar a las nubes.
En Maré, conocí a Alice.
Creo que es un buen augurio, si por medio de los Zickgraf he podido conocer más personas no-tan-parisien/ne, significa que la vida social surge sí o sí cuando hay afecto, y se disfruta la compañia mutua.
Y esta noche la Luna, cubierta por un velo de nubes, alumbra el horizonte en Pedé... en dirección a Chile. Y nada puede hacer que me sienta más vivo y menos dormido.
Los quiero muchísimo.
Felipe
No hay comentarios:
Publicar un comentario