jueves, noviembre 22, 2007

Re(al)lato

Es de noche, una Luna a media llenar ilumina el jardín que rodea una casa blanca cerca de una playa tropical. Un constante murmullo se transforma en oleaje a decenas de metros de un par de hombres que discuten. Uno sabe que debe conservar la calma y tomar una decisión rápida de entre muchas, que le alivie el dolor al otro. Al otro, y al animal que se arrastró más temprano esa misma tarde hasta los arbustos para esperar una muerte dulce que no le fue otorgada.

Una visión que no se olvida. Los ladridos de dolor que siempre le harán estremecer. Se pregunta: ¿Por qué fue a cruzar la calle justo cuando el auto pasaba?

Lo difícil es ver la sucesión del pasado. Los actos, que encadenados, efectuado uno llevó directamente a la ejecución del otro.
El hombre más bajo, el calmo, cierra los ojos tristes y cansados y recuerda que lo único que deseó cuando la perra fue atropellada era que hubiese muerto instantáneamente. El otro hombre, más alto, pálido y joven, lia un cigarro tras otro. Parece chimenea. Quiere darle fin al sufrimiento del animal. El calmo observa el sufrimiento del otro. Acepta.

No, esa no es una buena idea. No sé cómo inyectar aire en una vena para provocar un ataque cardíaco. Y los ataques al corazón son dolorosos.

No.
No tengo nada que en sobredosis la mate.

Tampoco quiero usar el hacha.


Mira, mejor consigue una escopeta. Es lo único que podemos hacer bien.


El joven le mira. Piensa un momento y otro. Se levanta, ya sabe a quién pedirle la escopeta y el cartucho. El otro se sienta con un libro en mano, le ve partir en el auto y se pregunta: ¿Cómo mierda llegué hasta este momento?
Suprime más lágrimas. La echará de menos. ¿Con quién hablaré en español cuando ya no estés?

No ha querido beber más leche con azúcar y paracetamol. Hasta le molimos antibióticos e ibuprofeno. Calentamos la leche. Le hice una teta de una bolsa para que pudiera tragar más fácil. Definitivamente esto debe ser lo mejor.


El hombre más joven se toma su tiempo. Como es tarde quizás le cueste encontrar a alguien que le preste su arma. La tristeza de dos hombres solos puede llenar un mundo de pena. El calmo intenta leer, quitar de sus pensamientos a la perra que está acostada sola en los arbustos.


Naces y vives solo. Cuando ves la muerte venir, te sabes solo, por ende te quieres alejar del mundo. Te quieres ir solo, porque es la única certeza que nadie te puede quitar.
El resto son puras ilusiones para olvidar la soledad de tu existencia.

El auto llega. Suspira y deja el libro, y el gesto es como un volver violento a la realidad que uno desea ver inmediatamente en los recuerdos y que teme vivir. Ve la escopeta en manos del otro. Un único cartucho. ¿Cómo puede este bello lugar convertirse en un infierno emocional?


Será mejor que lo hagas bien si lo piensas hacer. No falles.

Se ponen de acuerdo. Organizan el traslado al patio de atrás de la casa. El calmo piensa mientras el otro lia otro cigarillo y se presta a concretar lo que ha pensado hacer. Es por el bien de la perra, le oye decirse a sí mismo. Medita en que a él organizar no le cuesta nada mientras que el otro se ve perdido a veces. Por pequeños pasos nunca te pierdes, piensa el calmo para sí, las acciones pierden identidad cuando las desmenuzas y te concentras en cada paso.

A veces creo que soy inhumano por la frialdad con la que estoy vistiendo mis dudas, mis miedos.


La trasladan juntos. Se queja constantemente. Se inclina a darle un beso, un último cariño, las útimas palabras en español susurradas en sus oídos. Se miran el uno al otro y a la perra. Ella los mira a ambos, casi con esa mirada de los moribundos que comprenden que viven sus últimos instantes.
Discuten de nuevo. Al más joven le cuesta apuntar y disparar. Si no lo puede hacer le pasará la escopeta al otro.

¿Estás seguro? ¿No quieres esperar dos días más hasta que vuelva la veterinaria de Lifou?

No, ya ha sufrido bastante. Parece que pasasen eternos segundos. Finalmente, un estallido. Justo antes un suave lo siento envuelve de amor el instante de apretar el gatillo. Un asesinato se vuelve un acto de compasión.

Casi, porque algo está mal. El calmo se acerca preocupado.


Tráeme la maza. ¡Ahora!


El joven no comprende, no ve lo que el calmo sí. Se acerca, observa y sale corriendo. El tiro no ha hecho el trabajo. El calmo recibe la maza en las manos. Sin titubeos, se dice, por el bien de ella.

Una, dos, tres veces.

El movimiento cesa por completo.


La noche no pudo haber sido más sombría. Un recuerdo que une a dos hombres solos, pero que los mantedrá por siempre distintos.

Pichichu (QEPD 21/11/2007)

Esperamos que estés comiendo un buen filete en el cielo Pichichu. Te lo has merecido, te amamos mientras estuviste con nosotros. Hicimos lo que pudimos por tí. Ojalá haya consuelo para los actos de esta noche.

Algo terrible he aprendido esta noche: no importa cuantas veces intente lavar tu sangre, siempre la llevaré conmigo.


Tus amigos por siempre...

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