
Atardece. Las nubes se aglomeran alrededor del Sol en el horizonte, un abrazo final antes de la inmersión y el comienzo de la oscuridad que trae a la noche.
Figuras aladas cruzan el cielo en grupos de cinco o más. Se graznan unos a otros al verse y reconocerse mientras vuelan, es una reunión especial. El Rey ha muerto y sus descendientes honrarán su partida.
Cientos de cuervos, familias completas encabezados por orgullosos padres y madres guían a sus hijos hacia una enorme Araucaria que se alza de entre los árboles de un pequeño bosque de Nothofagus y Agathis que colinda con la costa. Las olas rompen en el arrecife, a lo lejos. Varios cuervos ya posados en las ramas de tal enorme árbol giran sus cuellos para mirar hacia el horizonte océanico, el mar canta para ellos esta tarde.
Figuras aladas cruzan el cielo en grupos de cinco o más. Se graznan unos a otros al verse y reconocerse mientras vuelan, es una reunión especial. El Rey ha muerto y sus descendientes honrarán su partida.
Cientos de cuervos, familias completas encabezados por orgullosos padres y madres guían a sus hijos hacia una enorme Araucaria que se alza de entre los árboles de un pequeño bosque de Nothofagus y Agathis que colinda con la costa. Las olas rompen en el arrecife, a lo lejos. Varios cuervos ya posados en las ramas de tal enorme árbol giran sus cuellos para mirar hacia el horizonte océanico, el mar canta para ellos esta tarde.
Un enorme Dacrycarpus yace muerto a unos metros de la base la Araucaria donde los cuervos se han reunido. A pesar de que la luz disminuye, se distinguen las elegantes figuras de silenciosas aves posadas respetando las jerarquías de los Mayores. En lo más alto de la Araucaria un enorme cuervo cuyas plumas se han vuelto canas observa atentamente que todos respeten la solemnidad del momento y que el rito se realice tal y como le enseñaron sus ancestros.
Una vez seguro de que todas las familias hayan llegado, el anciano cuervo olfatea el viento. Las nubes están llegando, las palmeras a lo lejos comienzan a remecerse. Reúne todas sus fuerzas en un graznido especial que retumba por el bosque y se pierde en un eco en las lejanías de la selva frondosa.
El Rey yace frío sobre el tronco de Dacrycarpus caído, su cabeza está coronada por un hermoso lazo de flores blancas y rojas (macadamias y calistémonas). Los hijos y las hijas mayores de cada familia presentan sus respetos al difunto patriarca volando hasta él y depositando palitos y segmentos de hojas aserradas de Pandanus a su alrededor, en el suelo. La belleza de los instrumentos, la precisión con que fueron construídos llena de sentido el gesto, un momento lleno de propósito, con un barniz de estremecimiento. Los jóvenes reconocen que es un evento que ocurre una vez en la vida.
Una inmensa cantidad de herramientas se apila entorno al Rey. Un féretro digno de los Grandes Ancestros. Frutos de papaya han sido traídos por los hijos del Rey, son empujados por ellos hasta las cercanías de la gran pila de herramientas. Son para el largo viaje del patriarca hacia el Otro Mundo.
La luz ha desaparecido por completo. Un trueno resuena a lo lejos. La tormenta se avecina, grita el viento. Los cuervos se comienzan a juntar más en las ramas, se hace más y más difícil verlos por separado. Forman un coro majestuoso que comienza a graznarle al viento y a las nubes.
Algunas veces los graznidos son desgarradores, otras veces rítmicas y se unen como si constituyesen una sola voz. Los truenos se acercan, un relámpago que cae desde el cielo al mar es seguido por un tronar que supera el canto de las aves. Una gruesa cortina de lluvia se avecina desde el océano. El Anciano Cuervo sacude sus alas y sus plumas se erizan. El silencio se esparce de inmediato, el canto se extingue.
Las miradas se concentran en el difunto, rodeado por delicados instrumentos y frutos, y la corona de flores. Pareciese como si estuviese en un profundo sueño. Descansa hermoso, como jamás se le vió en vida. La muerte nunca había sido vista más bella.
La tensión crece. Los cuervos comienzan a inquietarse. Una sensación estática cruza el aire un segundo antes de que la luz caiga desde el cielo, dejándolos ciegos.
Un trueno retumba y los cuervos vuelven a graznar. El féretro está en llamas. El Rey ha partido y mañana los kagus cantarán las historias del difunto patriarca.
Las familias comienzan a abandonar la gigante Araucaria. La reunión ha terminado. Aún queda tiempo para volver a los nidos antes de que la lluvia los encuentre. En la negrura de la noche se pierden los hijos del Rey. Todos ellos. Pero sus graznidos persistirán en el tiempo y en la noche, se guardarán en silencio, para honrar al Rey que se ha marchado.
Buenas Noches Trópico de Capricornio.
Gonzo el Cuenta Cuentos, desde Nueva Caledonia.
Una vez seguro de que todas las familias hayan llegado, el anciano cuervo olfatea el viento. Las nubes están llegando, las palmeras a lo lejos comienzan a remecerse. Reúne todas sus fuerzas en un graznido especial que retumba por el bosque y se pierde en un eco en las lejanías de la selva frondosa.
El Rey yace frío sobre el tronco de Dacrycarpus caído, su cabeza está coronada por un hermoso lazo de flores blancas y rojas (macadamias y calistémonas). Los hijos y las hijas mayores de cada familia presentan sus respetos al difunto patriarca volando hasta él y depositando palitos y segmentos de hojas aserradas de Pandanus a su alrededor, en el suelo. La belleza de los instrumentos, la precisión con que fueron construídos llena de sentido el gesto, un momento lleno de propósito, con un barniz de estremecimiento. Los jóvenes reconocen que es un evento que ocurre una vez en la vida.
Una inmensa cantidad de herramientas se apila entorno al Rey. Un féretro digno de los Grandes Ancestros. Frutos de papaya han sido traídos por los hijos del Rey, son empujados por ellos hasta las cercanías de la gran pila de herramientas. Son para el largo viaje del patriarca hacia el Otro Mundo.
La luz ha desaparecido por completo. Un trueno resuena a lo lejos. La tormenta se avecina, grita el viento. Los cuervos se comienzan a juntar más en las ramas, se hace más y más difícil verlos por separado. Forman un coro majestuoso que comienza a graznarle al viento y a las nubes.
Algunas veces los graznidos son desgarradores, otras veces rítmicas y se unen como si constituyesen una sola voz. Los truenos se acercan, un relámpago que cae desde el cielo al mar es seguido por un tronar que supera el canto de las aves. Una gruesa cortina de lluvia se avecina desde el océano. El Anciano Cuervo sacude sus alas y sus plumas se erizan. El silencio se esparce de inmediato, el canto se extingue.
Las miradas se concentran en el difunto, rodeado por delicados instrumentos y frutos, y la corona de flores. Pareciese como si estuviese en un profundo sueño. Descansa hermoso, como jamás se le vió en vida. La muerte nunca había sido vista más bella.
La tensión crece. Los cuervos comienzan a inquietarse. Una sensación estática cruza el aire un segundo antes de que la luz caiga desde el cielo, dejándolos ciegos.
Un trueno retumba y los cuervos vuelven a graznar. El féretro está en llamas. El Rey ha partido y mañana los kagus cantarán las historias del difunto patriarca.
Las familias comienzan a abandonar la gigante Araucaria. La reunión ha terminado. Aún queda tiempo para volver a los nidos antes de que la lluvia los encuentre. En la negrura de la noche se pierden los hijos del Rey. Todos ellos. Pero sus graznidos persistirán en el tiempo y en la noche, se guardarán en silencio, para honrar al Rey que se ha marchado.
Buenas Noches Trópico de Capricornio.
Gonzo el Cuenta Cuentos, desde Nueva Caledonia.
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