
Estoy asombrado frente a la reacción inflamatoria de nuestro cuerpo ante las contusiones. Hace una hora tuve un accidente rehuevón, como de película.
Sólo porque nací con una extrema noción del humor y no me avergüenzo de las tonteras que me pasan, les contaré detalles:
Acababa de limpiarme el traste en la letrina, subido los pantalones, echado tierrita sobre mis desperdicios orgánicos en el fondo del hoyo de la letrina, tapado el agujero con la plancha de madera, cuando de la nada fuí y pisé sobre la misma. Por esas cosas del destino, la física newtoniana y mi torpeza motora, el peso de mi pierna hizo saltar la tapa de la letrina.
Un pestañeo fugaz, un dolor intenso, un grito en la selva: el mío. Ya, por lo menos estaba blandito y calentito. Un montón de pelos míos (de la canilla pelada) asomándose por el borde del hoyo de la tapa grande de la letrina (la que cubre todo el agujero, ver foto en un post anterior), me tomo la pierna. El dolor me sobrecogió, como no me había pasado en años. Por un instante pensé en llorar. Pero en vez de eso, empecé a reírme.
Me revisé la pierna. Tuve susto de un fractura. Se veía feo, muy feo, y dolía caleta. Pronto el dolor se desvanecío. No estaba rota ni nada. Pero instantáneamente, un cototo enorme (lleno de sangre y tejido inflamado, me imagino) emergió de mi canilla. Tal y cual lo pueden observar en mis fotos. Como si un nuevo músculo se haya desarrollado en cosa de segundos, en mi pantorilla.
Mientras podía caminar, así lo hice hasta la ducha y me bañé. Aproveché de lavar mi pobre chala que me protegió de toda esa caca que se ha ido acumulando con este mes que ya termina. Y ahora, bañadito y todo, después de una hora de hielo aplicado in situ, puedo declarar -con una amplia sonrisa en el rostro- que nunca dejo de aprender en esta vida. Aunque sea a golpes.

Por suerte no me la rompí. Por el ángulo de la caída, si me hubiese doblado con todo mi peso sobre la pierna desnivelada al caer, algo podría haber salido ultra pero ultra mal, con la pierna atrapada en ese hoyo apestoso. Pero como a mí ahora me ha dado por mirar el vaso siempre lleno, el pensar que con lo que me cuesta caminar ahora y lo hinchado que está la wea, quizás mañana apenas pueda cojear al aviario no me molesta en absoluto. ¡Trabajaré machuca'o!
La experiencia del dolor fue notable. Me imagino que quebrarse un hueso debe ser mil veces peor. Pa'l chico.
Para quienes alguna vez leyeron mis aventuras en Finlandia comprenderán lo divertido que me resulta tener de regreso a mi amigo el Cototo. Lo había extrañado tanto.
Al menos pasó después de todas las weas importantes de hoy: reparación de una panne en el aviario (con subida al techo -que en realidad no es techo si no una cota de alambre entrelazada sobre la estructura de madera- y malabarismo con escalera de aluminio... ¡cuídado, sin caerse sobre los pobres cuervos!) y la extracción de la rueda trasera de la moto que se reventó antes de ayer mientras volvía del aviario, en la mañana.
La pobre está a unos metros del camino, oculta entre los arbustos, patas arriba y sin una rueda. Esa mañana, un kanaky llamado Magoy me trajo de regreso a la aldea de Wabao. Ayer, todo el mundo sabía de mi panne. Y no paraban de preguntarme qué me había pasado.
Soy la estrella de este circo de locos. Me encanta este lugar. Un brindis: por los viejos amigos que se reencuentran... bienvenido a la Isla de la Fantasía, Cototo. Y además... alcancé a raparme al cero de nuevo, pa recibirte en mi cuerpo con la misma pinta de soldado raso de esa vez.
¡Zinkomies, hasta la muerte!
Acababa de limpiarme el traste en la letrina, subido los pantalones, echado tierrita sobre mis desperdicios orgánicos en el fondo del hoyo de la letrina, tapado el agujero con la plancha de madera, cuando de la nada fuí y pisé sobre la misma. Por esas cosas del destino, la física newtoniana y mi torpeza motora, el peso de mi pierna hizo saltar la tapa de la letrina.
Un pestañeo fugaz, un dolor intenso, un grito en la selva: el mío. Ya, por lo menos estaba blandito y calentito. Un montón de pelos míos (de la canilla pelada) asomándose por el borde del hoyo de la tapa grande de la letrina (la que cubre todo el agujero, ver foto en un post anterior), me tomo la pierna. El dolor me sobrecogió, como no me había pasado en años. Por un instante pensé en llorar. Pero en vez de eso, empecé a reírme.
Me revisé la pierna. Tuve susto de un fractura. Se veía feo, muy feo, y dolía caleta. Pronto el dolor se desvanecío. No estaba rota ni nada. Pero instantáneamente, un cototo enorme (lleno de sangre y tejido inflamado, me imagino) emergió de mi canilla. Tal y cual lo pueden observar en mis fotos. Como si un nuevo músculo se haya desarrollado en cosa de segundos, en mi pantorilla.
Mientras podía caminar, así lo hice hasta la ducha y me bañé. Aproveché de lavar mi pobre chala que me protegió de toda esa caca que se ha ido acumulando con este mes que ya termina. Y ahora, bañadito y todo, después de una hora de hielo aplicado in situ, puedo declarar -con una amplia sonrisa en el rostro- que nunca dejo de aprender en esta vida. Aunque sea a golpes.

Por suerte no me la rompí. Por el ángulo de la caída, si me hubiese doblado con todo mi peso sobre la pierna desnivelada al caer, algo podría haber salido ultra pero ultra mal, con la pierna atrapada en ese hoyo apestoso. Pero como a mí ahora me ha dado por mirar el vaso siempre lleno, el pensar que con lo que me cuesta caminar ahora y lo hinchado que está la wea, quizás mañana apenas pueda cojear al aviario no me molesta en absoluto. ¡Trabajaré machuca'o!
La experiencia del dolor fue notable. Me imagino que quebrarse un hueso debe ser mil veces peor. Pa'l chico.
Para quienes alguna vez leyeron mis aventuras en Finlandia comprenderán lo divertido que me resulta tener de regreso a mi amigo el Cototo. Lo había extrañado tanto.
Al menos pasó después de todas las weas importantes de hoy: reparación de una panne en el aviario (con subida al techo -que en realidad no es techo si no una cota de alambre entrelazada sobre la estructura de madera- y malabarismo con escalera de aluminio... ¡cuídado, sin caerse sobre los pobres cuervos!) y la extracción de la rueda trasera de la moto que se reventó antes de ayer mientras volvía del aviario, en la mañana.
La pobre está a unos metros del camino, oculta entre los arbustos, patas arriba y sin una rueda. Esa mañana, un kanaky llamado Magoy me trajo de regreso a la aldea de Wabao. Ayer, todo el mundo sabía de mi panne. Y no paraban de preguntarme qué me había pasado.
Soy la estrella de este circo de locos. Me encanta este lugar. Un brindis: por los viejos amigos que se reencuentran... bienvenido a la Isla de la Fantasía, Cototo. Y además... alcancé a raparme al cero de nuevo, pa recibirte en mi cuerpo con la misma pinta de soldado raso de esa vez.
¡Zinkomies, hasta la muerte!
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